Es fácil que al igual que la persona que acaba de marcharse de mi despacho hace un momento no puedas creer ni mucho ni poco que posees una gran sabiduría interna.
Demasiados asuntos pendientes de un pasado doloroso.
Demasiada información que gotita a gotita (y a veces en tsunami) va calando en lo más profundo empapando tu sistema con el sabor amargo de la insuficiencia.
Capas y capas de juicios que acaban por oscurecer el color de tu verdadera luz velándolo en ocasiones por completo hasta que ya no recuerdas quien eres.
El sistema lo manda
Pero no te extrañes de que esto sea así puesto que estamos muy profundamente condicionados para conceder más crédito y autoridad a las ideas y el conocimiento de otros que al propio.
Rara vez somos animados a escuchar nuestras tripas sin doblegarnos inertes ante la autoridad del conocimiento de otros.
Rara vez aprovechamos este conocimiento ajeno como estímulo que instigue una apasionada investigación personal en lugar de profesarle una ciega obediencia.
Hablo de algo más parecido a vivir tu propia aventura que a seguir un mapa de carreteras de un terreno ya descubierto.
La cultura en la que yo crecí me enseñó que el conocimiento viene de afuera.
La idea de que un niño “supiera” era tan descabellada que la respuesta que por lo menos yo recibí invariablemente oscilaba entra la burla y la reprobación.
Seguir la guía de tus inclinaciones, tus sueños o tu experiencia interna no solo era atrevido y soberbio sino que además estaba incuestionablemente abocado al fracaso. Este y otros mensajes siniestros sobre tu valía y tu capacidad eran el peaje por salirte del tiesto.
Tal vez te suene todo esto.
Ante semejante atentado a tu propio sentir dos opciones adaptativas son doblegarte o desconectarte.
-“Si me pliego al menos encajo”.
-“Si no consigo encajar me tendrás “de cuerpo presente”, pero mi atención estará muy muy lejos”
Pero puede ocurrir también que una parte muy profunda de ti decida rebelarse oponiendo rabiosa resistencia a todo lo que se supone que deberías hacer y encontrarte entonces boicoteando incluso tu propio bienestar solo por llevar la contraria!
-“Con esto no ganamos nadie, pero al menos no pierdo yo solo!”
Primer paso: Confía en tu diseño
En el intento de encajar solemos buscar compulsivamente directrices externas que nos aporten un sentido de pertenencia. Y a base de intentar no quedarnos fuera del juego olvidamos que en lo más profundo de nuestro interior brilla con fuerza la luz de un ser libre, inteligente, único.
Olvidamos que incluso en la fase más temprana de nuestra existencia conocida, la gestación, el desarrollo alucinante que protagoniza nuestra biología está orquestado por la inteligencia intrínseca de la vida, que es la inteligencia de nuestro ser.
Nuestras células saben lo que deben hacer.
De la misma forma en el código genético de cada especie está inscrita la información necesaria para que ese ser se desarrolle en toda la amplitud de sus posibilidades.
Luego vendrán las condiciones ambientales, el azar y todo lo demás, pero en origen toda la potencialidad ya está allí esperando a ser desplegada.
Por supuesto que un bebé tiene por delante un entrenamiento sin fin. El ser humano está diseñado como un sistema que desarrolla su potencial en base al aprendizaje.
Pero cualquier individuo de cualquier especie, si se le provee de las condiciones necesarias para su desarrollo, puede llegar a desplegar plenamente el potencial impreso en su diseño original.
No hay que explicarle a un pájaro cómo volar.
Tiene que practicarlo, sin duda! pero
la capacidad y el “cómo”están ya grabados
en su disco duro
¿Tan descabellado es entonces pensar que ya tenemos en nosotros, los seres más evolucionados y con el cerebro más complejo conocido hasta la fecha, la capacidad de “saber“ cómo acceder a aquello que nos atañe???
Segundo paso: Aprende a escuchar
El día que aquella muchacha tumbada en una esterilla de mi sala de yoga dijo de pronto
-“Pero es que no sé qué quieres decir con lo de: escucha tus sensaciones internas”
Comprendí que no era tan evidente.
Que de hecho mucha gente no tiene ni la menor idea de qué significa eso.
Me di cuenta de que esa es la razón del mal cuerpo y la sensación de gilipollas que se te queda a veces cuando se precipita sobre ti un mal rollo que ya te venías oliendo, y que de haber sabido atender a tu información interna no te hubiera pillado con la boca abierta.
Decisiones erradas, confianzas defraudadas, cosas que haces o ingieres y que luego te sientan como un tiro…
O crédito concedido a la opinión de otros para acabar comprobando con amargura que hubieras hecho mejor en seguir tu instinto…
Tu cuerpo te ofrece muchísima información que aunque suele estar oscurecida por las razones de tu mente, con un voto de confianza, y un poco de paciencia y práctica, cada vez se vuelve más accesible y clara.
Es una habilidad que sin ser consciente de ello ya ejerces en muchas ocasiones.
Algo tan simple como la elección de tu comida, por ejemplo.
¿Porqué sabes que hoy te va a entrar mejor un plato de verdura que uno de legumbre por mucho que las dos cosas te gusten?
No te precipites en contestar: -“Porque me apetece más, y ya está”
Observa!
(Precisamente de eso se trata el tan traído y llevado Mindfulness)
Investiga!
Y eso ¿Cómo se hace?
Por qué sabes que la verdurita es hoy lo más adecuado para ti cuando otras veces tu cuerpo pide a voces un platazo de alubias o dos huevos fritos con bien de unte?
Tal vez , sin darte cuenta de ello notas tu sistema un poco saturado y la “idea” de la verdura te promete aportar ligereza a tu digestión.
Igual tienes demasiado calor para una comida más consistente.
O puede que estés cansado y sientes que las alubias vendrían acompañadas de una modorra que no puedes permitirte…
No se trata de pensar y elaborar,
sino de escuchar,
que es sinónimo de sentir
Pues lo mismo con todo.
Cuando quieras saber cómo es algo para ti, puedes aquietarte haciendo algunas respiraciones profundas.
Lleva toda tu atención a cómo el aire entra y sale de tu cuerpo y entonces trae a tu mente lo que quieres investigar.
Tan sólo nómbralo y vuelve la atención a tu cuerpo.
Todos tenemos nuestros lugares “favoritos” de aterrizaje de tensiones.
A algunos la preocupación se nos refleja en el estómago. A otros en el pecho, en la garganta, o en distintos lugares como la espalda o el cuello o la mandíbula.
Todos tenemos una luz de emergencia que invariablemente salta cuando las cosas no van bien.
Lleva la atención a tu zona de alarma y deposita allí aquello que estás revisando
Cómo se siente la idea en ese lugar???
Se siente “ Bien”?, “Neutra”? , “No bien?”
Cuando no tienes conflicto tu cuerpo suele permanecer tranquilo y expandido.
Si se agita o se contrae… puedes apostar a que hay algo que a una parte de ti no le encaja!
Tercer paso: saber qué está pasando dentro de ti
Al comienzo de mis clases siempre pido a los asistentes que empiecen por observar cómo se sienten.
Que presten atención a sus sensaciones físicas y emocionales. Y también los contenidos de su mente, su tono energético y el estado de su sistema nervioso.
Les pido que comparen su estado interno con un parte metereológico
para saber si hace sol, sopla el viento o está de tormenta en su ecosistema personal.
Les animo a que se pregunten:
¿Qué está ocurriendo ahora mismo dentro de mí?
Y les sugiero que “tomen una instantánea” de su estado de ese momento.
Luego durante la siguiente hora y pico nos enfrascamos en la práctica que toque, para al final de la sesión volver de nuevo a una revisión actualizada de ese “¿Qué ocurre ahora en mi interior?”
Entonces les sugiero que comparen cómo se sienten al terminar con la imagen tomada al principio de la clase.
Así nadie tiene que decirles si lo que han hecho es bueno o malo para ellos, pues sus cuerpos poseen ya la experiencia sentida e indiscutible de primera mano.
¿Y con esto vale?
Es fácil que te resulte increíble que con estas tres sencillas propuestas
Confiar en tu diseño
Aprender a escuchar
Saber lo que está ocurriendo dentro de ti
vayas a obtener la sensación de que efectivamente dentro de ti hay sabiduría;
especialmente si has aprendido a desconfiar profundamente de ella.
Pero aunque el camino no se quede ahí puedo asegurarte que este es un sólido comienzo.
Solamente con empezar a contemplar la idea de que dentro de ti puedan estar las respuestas que buscas ya cambiarán muchas cosas.
Tu foco pasará de estar orientado fuera a dirigirse a tu interior, y eso es un gran adelanto.
Aprenderás a saber qué se cuece en tus entretelas y, como te contaba en un artículo anterior, con ello comenzarás a cosechar los jugosos regalos que te ofrece el Mindfulness
Además concederte un poco más de crédito te llevará a por lo menos cuestionar lo que dicen otros, y te ayudará a pasar las cosas por el tamiz de tu percepción y tu entendimiento.
Hay cosas que aceptarás a veces sin un argumento lógico para ello y otras que para ti no van a colar por mucho que las diga “el más listo del barrio”.
No te asustes que esto no va a desterrar la razón ni la sensatez de tu vida. La lógica tiene una función muy importante en la correcta evaluación de los datos, pero darle la bienvenida a tu instinto incluirá en la conversación a esa parte intangible y escurridiza a la que se refiere el refrán que reza:
“el corazón tiene razones que la razón no entiende”
El pensamiento bien entrenado es un excelente procesador de la información pero muy a menudo es incapaz de valorar con justeza cuestiones en las que están implicados los sentimientos y las emociones.
Para eso el cuerpo es un indicador mucho más fidedigno.
Aprende a escucharlo y él te pondrá en contacto con las profundidades de tu ser.
Allí permanece guardada la verdad de lo que eres:
Plenitud, Dicha y Sabiduría
Atrévete a correr el riesgo de descubrirlo.
Merece la pena, te lo aseguro!
Y si se te hace muy cuesta arriba hacerlo en solitario,
dame un toque! 😉
Créditos de las imágenes por orden de aparición:
Cabecera: alexandru-zdroba en Unsplash
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