Supongo que tú, como yo, quisieras encontrar un lugar a salvo de las tormentas de la vida; que las cosas encajasen sin problemas para poder sentirte a salvo y en paz.
Esa posibilidad existe, pero solo la encontrarás dentro de ti.
Está todo muy revuelto. No sé si tú lo estarás viviendo así a nivel personal; pero al margen de que cada uno ya solemos tener bastante con lo nuestro, además ahí fuera las cosas no paran de agitarse.
A la crisis sanitaria que nos sacude desde 2020 se suma el recrudecimiento de un conflicto desgarrador en el este de Europa del que ahora empezamos a enterarnos de forma más o menos distorsionada.
Y esto se une a un sinfín de crisis humanitarias en las que personas como tú y como yo padecen un sufrimiento increíble producido, o no evitado, por sus propios semejantes.
Quiero pensar que esta es la tónica que viene llevando el ser humano desde que podemos contarlo, y que no nos estamos volviendo cada vez más locos; pero da miedo, mucho miedo.
Yo, afortunadamente, nunca he oído caer bombas del cielo; no he pasado hambre; no he tenido que escapar cruzando a pie montes o desiertos, ni hacerme a la mar en una patera abarrotada. Pero mis padres vivieron la guerra civil, y desde niña he oído historias horripilantes que de cuando en cuando afloran de nuevo y abren la herida de la angustia, de la desesperanza y del terror. A una parte de mí se le desconfigura el cerebro y no entiende que podamos llegar a comportarnos de una manera tan cruel.
Y sin embargo, hay otra parte que, aún consciente de la condición humana, sabe que no debe dejarse arrastrar por el dolor (ni el propio, ni el ajeno) y que debe elegir cuidadosamente dónde pone su energía; si aporta su granito de arena, o su granito de mierda en cada situación desafiante.
No hablo de mirar para otro lado y no ver, que es lo que hacemos tan a menudo para proteger nuestra comodidad y nuestra fragilidad.
Tampoco hablo de esa confusión enorme que nos lleva en ocasiones a refugiarnos en la mismísima boca del lobo y a buscar la solución en pensamientos y cosas que nos llevan en dirección opuesta a lo que de verdad necesitamos.
Me refiero a hacer el esfuerzo de reconocer, atender, y transformar nuestra desorientación y nuestro dolor, para que pueda aportar algo diferente en el océano de inquietud en el que a veces nos ahogamos.
ACOGER LA VULNERABILIDAD
Hay pocas cosas que nos haga tanto daño como pretender no sentir lo que estamos sintiendo.
Somos humanos. Y eso conlleva una fragilidad que, aunque cuando eres joven y sano no te resulta tan evidente, conforme vas cumpliendo años comienza a llamar a tu puerta cada vez con más insistencia.
Solemos tener pánico a la vulnerabilidad, como si fuera un fallo del sistema que tenemos que evitar a toda costa. Y, sin embargo, es una de las prestaciones de fábrica del pack, que es imprescindible reconocer y abrazar si quieres ser verdaderamente fuerte.
Irónicamente, admitir tu vulnerabilidad no te hace frágil, pero temerla sí.
Cuando la asumes, estás mirando de frente a esa parte esencial de la naturaleza humana de la que, por mucho que corras, jamás podrás escapar.
Negándola, estás pretendiendo ser algo que no eres, y desconectándote del poder que brota de ser capaz de acogerla y cuidar de ella.
Seis siglos antes de nuestra era, esto fue expresado con gran belleza por Lao Tse:
“Solo quien conoce su vulnerabilidad y no la teme, puede conocer la auténtica fortaleza”
La cuestión es entonces encontrar la manera de reconocer su presencia en nuestras vidas sin que nos paralice en medio de la angustia y del miedo.
EL TRUCO PARA CUANDO TODO DA VUELTAS
¿Te acuerdas que cuando éramos pequeños a veces jugábamos a dar vueltas hasta que nos mareábamos y nos caíamos al suelo?
Yo entonces no sabía que existe un truco para mantenerte de pie sin importar cuanto se mueva todo.
Se trata de enfocar la mirada en un punto muy pequeño y cercano.
Prueba si quieres; das unas cuantas vueltas, y cuando empieces a marearte, para, junta las palmas de las manos frente a tu cara y fija la vista en la punta de los dedos. Verás que te sientes mucho más estable.
Pues lo mismo pasa en sentido figurado.
Cuando todo alrededor da vueltas necesitas fijar tu enfoque en algo inmediato.
Elegir la próxima pequeña acción que necesitas realizar y dedicarle toda tu atención.
No dejes que tu mente divague hacia lugares tenebrosos; tráela al momento presente y sujétala allí.
Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero aquí van algunas sugerencias para llevarlo a la práctica.
CONECTAR CON LA MEJOR VERSIÓN DE TI
Imagina por un momento que pudieras encontrarte con la persona que serás dentro de unos cuantos años. Esa persona, que ha vivido mucho más que tú, ha atravesado y superado incontables dificultades. Y, es precisamente, gracias a esas dificultades, que ha podido recoger la sabiduría de todo ese aprendizaje. Curtida por la experiencia se ha vuelto mucho más sabia, fuerte y serena de lo que tú eres ahora.
Sabe lo relativo que es todo; que todo pasa. Y sabe que cada desafío que parecía insalvable, acaba encontrando el camino hacia la resolución.
Es una persona que tiene una perspectiva sobre tu vida más amplia y completa de la que tú tienes ahora, y que la compartirá gustosa contigo si la escuchas.
Alguien a quien puedes recurrir siempre que lo necesites para que te dé sus respuestas.
¿Imaginas lo que sería poder contar con el apoyo de alguien así?
Te propongo una manera de hacerlo a través del siguiente ejercicio.
PULSAR EL INTERRUPTOR
Ponte de pie separando ligeramente tus piernas y aflojando un poco tus rodillas.
Haz tres grandes exhalaciones dejándote llenar y expandir sin esfuerzo tras cada una de ellas.
Vacía bien y luego siente como creces y te amplías con cada inhalación.
Visualiza un hilo imaginario que pudieras extender desde lo alto de tu cabeza hacia el infinito, conectándote con todo el universo.
Y envía ese hilo también en sentido contrario para que atraviese tu columna y penetre en la tierra a través de tu coxis.
Relájate; suelta toda la tensión que puedas encontrar, como si dejases caer los pesados bultos que acarreabas en tus brazos, en tus hombros y en tu espalda.
Continúa sacando el aire de la forma más completa posible, pero sin comprimir tus pulmones. Y luego, deja que entre dulce y pleno a través de tus fosas nasales, descendiendo a la base de tus costillas hasta ensanchar tu cintura y tu abdomen.
Observa cómo el aire entra sin esfuerzo para seguirle luego en su camino de vuelta al exterior, deslizándose a través de tu nariz.
Abre el pecho relajadamente; afloja la mandíbula moviéndola con delicadeza y déjala que caiga suavemente.
Ablándate un poco más aún.
Expándete más todavía.
Sonríe…
Imagina que, como si pulsases el interruptor que ilumina una estancia que estaba a oscuras, esa versión más sabia de ti con la que has conectado antes, viene a fundirse con quien tú eres ahora para aportarte su luz.
Ya no eres ese yo limitado, perdido en el dilema de turno.
Te has convertido en una versión más completa y más lúcida de ti que es capaz de mirar a los desafíos con otra perspectiva.
Desde esa posición estarás en mejores condiciones de responder a lo que sea.
Pregunta con genuino interés:
-“¿Qué es lo más importante que necesito hacer ahora?”
Y aguarda la respuesta; surgirá de tu interior.
Aprender a escuchar a esa parte más sabia solo requiere un poco de práctica.
Decide entonces enfocar toda tu atención y tu energía únicamente en esa acción y ponte manos a la obra inmediatamente.
Lo demás vendrá luego.
UN PROCESO MÁS QUE UN DESTINO
Esto no va a solucionar todos tus problemas, pero te puede ayudar a ir gestionándolos con otra mentalidad y otra amplitud. Te ayudará a moverte más allá del círculo vicioso de la ansiedad y la preocupación por lo que te está pasando, hacia el espacio abierto de lo que sí está en tus manos.
Y también te ayudará a conectar con los recursos que ya están presentes en tu interior, pero que en ocasiones no puedes ver cuando estás cegada por la angustia.
Lo que te cuento hoy es solo la punta del iceberg; una parte pequeña, pero importante, de un planteamiento mucho más amplio que te iré desgranando en los próximos artículos.
No lo veas como un conjunto de estrategias que te llevarán a conseguir una meta, sino como elementos que te acompañan y te apoyan en tu recorrido.
La imprevisibilidad es una de las características fundamentales de esta travesía intensa y apasionante que llamamos “nuestra vida”. No sabemos qué paisajes nos tocará ver; detrás de qué curva se acabará el viaje, ni a qué desafíos tendremos que dar respuesta mientras tanto.
Pero sí podemos tener la certeza de que haremos lo posible y lo imposible para convertirnos en la persona que hace que cada paso del camino merezca la pena.
Solo así podremos disfrutar del viaje y dejar una hermosa huella en aquellos que se crucen con nosotros.
Tu paso por aquí puede ser un tormento o una bendición para ti y para el mundo, y la respuesta SI está en tus manos.
Tú decides 😃
Imagen destacada: Ramon Buçard en Unsplash