El verano se aproxima con paso firme. Y cada rayo de sol que sale parece tener el poder de desintegrar las densas capas de ropa de los meses invernales. Camisetas, sandalias y ombligos al aire saltan a la calle, como si la piel añorase de alguna manera nuestro programa primitivo de especie desnuda.
Pero, aparte de protegernos de los azotes del frio, hay algo más, mucho más, que la ropa hace por nosotros.
No me refiero a cómo lo que llevamos puesto habla de identidad y estatus, sino a su eficacia para realzar las partes de tu cuerpo que más te gustan, y esconder y disimular aquellas con las que no te sientes tan en paz.
Y cuando el envoltorio cae, el contenido del paquete queda expuesto tal cual es, y se reactiva la inquietud latente, y comienza de nuevo la “operación bikini”.
El cuerpo que tenemos tiene un gran componente de lotería.
A cada uno nos toca lo que nos toca en el reparto, y sobre eso no hay mucho más que decir.
Lo que mides, tus colores, o la constitución que tienes no dependen de ti. Estaban en el pack de fábrica y va ser muy difícil que puedas modificarlos más allá de teñirte el pelo o subirte en unos tacones.
A este respecto el orgullo por tus increíbles ojos verdes o sentirte insignificante en tu metro cincuenta están bastante fuera de lugar; ni te lo has ganado, ni son culpa tuya, ni los vas a cambiar.
LA TIRANÍA DE LA APARIENCIA
Curiosamente con el cuerpo pasa mucho como con el coche, nos identificamos de tal manera con él, que acaba convirtiéndose en una expresión de nuestra valía y nuestra importancia.
Si te ha tocado un magnífico Ferrari o te has empleado a fondo en tunear una versión un poco más modesta, podrás exhibirlos con confianza. Pero los modelos viejos, abollados o descuidados fácilmente le pasan factura a una autoestima frágil.
Siempre me impresiona comprobar con cuantos complejos vivimos, especialmente en lo referente al cuerpo.
Características de todo tipo de las que nos avergonzamos, aunque los que nos quieren no las tengan en cuenta en absoluto.
Cuando era jovencilla conocí a una de las mujeres más guapas con las que me he encontrado.
No me parecía preciosa solo a mí. La gente se volvía en la calle para mirarla; y es que llamaba la atención con su melena negra, sus largas piernas, y su culo prieto.
Sin embargo, ella vivía totalmente acomplejada. Decía que sus manos y sus pies eran tan grandes que parecían los de un tío. Un detalle en el que yo ni me había fijado hasta que no me lo dijo, y que desde luego a mí no me parecían para tanto.
Yo alucinaba, porque nunca hubiera pensado que alguien así pudiera tener motivos para sentirse tan poco femenina y deseable.
Aquello me hizo comprender dos cosas importantes.
Que nuestra vivencia de nosotros mismos muchas veces tiene muy poco que ver con la realidad.
Y de qué forma tan dolorosa aceptamos modelos externos que nos penalizan duramente cuando no encajamos con ellos.
TU CUERPO REFLEJA TU MUNDO
Nuestro cuerpo es el punto donde convergen mundos muy diferentes, pero íntimamente relacionados.
En él hacen blanco las creencias sobre nosotros mismos y sobre el mundo, nuestros hábitos, los impactos sufridos durante nuestra vida, y la tensión física y emocional resultante de todo ello.
Es habitual que la gente meta horas ante el espejo, pero es muy raro que vean todo lo que les enseña.
He encontrado mujeres que, aun habiéndose mirado la celulitis hasta aburrirse, no se habían dado cuenta de que sus pobres rodillas estaban aplastadas y vueltas hacia adentro, bloqueando sus piernas y su pelvis.
Gente que se quejaba de lo feo que le hacía la chepa, pero no se había fijado en que sus hombros vivían en pisos distintos.
Jóvenes, y no tan jóvenes, encogidos sobre el volante, o plegados frente a una pantalla, que se preguntaban por qué les dolía el cuello o el estómago, o por qué de vez en cuando se sentían tan desbordados e insuficientes…
EL PEAJE DE VIVIR
Cuando te ocurren estas cosas y va alguien como yo y te da una visión diferente, tienes dos opciones fundamentales. Dejarlo pasar, o responsabilizarte radicalmente de ello.
Lo de desentenderte tiene muchas variantes que responden a distintas razones: pensar que eres así y ya está; no creértelo (que por supuesto estás en tu derecho); que pienses que te va a suponer más esfuerzo del que estás dispuesta a invertir; o lo que sea.
En cuanto a la segunda opción, la de tomar cartas en el asunto, ya te imaginarás que, por supuesto, es la más laboriosa.
Implica, además de todo el pico y pala que vas a tener que meterle, investigar qué es verdad para ti al margen de lo que otros te digamos.
También supone elegir un enfoque que vaya contigo y creas que puede ayudarte. Y, para muchos de nosotros, encontrar a alguien que te genere confianza para que te apoye en la tarea.
Sé que existen lobos esteparios; personas que van por libre y son completamente autodidactas.
Igual tú eres una de ellas.
Pero a mí personalmente, la diferencia que me ha supuesto que alguien me acompañe y me asesore en mis aprendizajes, ha sido decisiva para poder dejar atrás la imagen tan desastrosa que tenía de mí misma. Cuando vas a por todas y no estás dispuesta a escatimar esfuerzos, otro caminante que ha recorrido la misma ruta antes que tú, te ahorra muchos disgustos en términos de sufrimiento, de avance, y de recaídas.
En mi caso he invertido (y probablemente continuaré haciéndolo de por vida), una buena dosis de tiempo, dinero y esfuerzo en esculpir la persona que soy ahora y la que quiero llegar a ser.
Yo no conozco otra manera.
LA INVERSIÓN MÁS RENTABLE
Igual esa no es tu mentalidad, pero en mi opinión, “el sacrificio” que te supone enfrentarte a lo que impide tu felicidad es un precio que de una forma u otra siempre acabas por terminar pagando. Puedes hacerlo gramo a gramo en el día a día, en kilos cuando los desafíos llaman a tu puerta, o en toneladas al final de tu vida.
Elegir la vía de la pasividad (ignorar, aguantarte, esperar a que se te pase…), o remangarte y ponerte manos a la obra, es una decisión que te recomiendo no tomar a la ligera, porque va a condicionar el curso de tu existencia. En serio.
No solo vas a obtener distintos resultados; también las acciones que te llevan a cada destino tienen un sabor muy diferente.
La opción más fácil es también la más agradable a nivel inmediato; no tienes que preocuparte más que de lo que te proporciona placer y comodidad inmediata.
Currártelo, sin embargo, implica tener un protocolo y ejecutarlo con disciplina y constancia, te apetezca o no; y eso a veces está lejos de ser grato en el momento.
Ahora bien, los resultados a largo plazo suelen invertirse y los amantes del hedonismo y la dejadez tienden a resistir peor el paso del tiempo, tanto física como psicológicamente.
Aunque puedas obtener mucho placer de él, y eso está genial, tu cuerpo no es un parque de atracciones, sino el exquisito vehículo que te llevará a expresar tu más alto potencial. Cuídalo con sabiduría, y tendrás muchos boletos para que tus niveles de energía y lucidez te lleven a construir una satisfacción profunda y duradera.
CRÉDITOS
Foto de Vladimir Fedotov en Unsplash
Foto de Pikx By Panther de Pexels