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SER FELIZ TIENE SU CIENCIA

Todo el mundo queremos ser felices.

No importa como definamos nuestro objetivo, ni qué aspecto tenga nuestro sueño dorado para nosotros; al final, la felicidad está en la base de todos nuestros deseos, y es la razón de todas nuestras búsquedas.

Y es que,

Todos sin excepción, queremos lo que queremos porque estamos convencidos de que eso nos transportará a la ansiada, pero escurridiza felicidad.

Partiendo de esta base luego hay gente para todo.

Estamos las que pensamos que la felicidad hay que currársela, y los que consideran que tenerla contigo es simple y llanamente una cuestión de azar, así que puede que te toque o no.

 Estas personas están firmemente convencidas de que todos nuestros rasgos, incluidos la inteligencia, la salud, y la predisposición a la felicidad son, como el color de nuestros ojos o el tamaño de nuestros pies, caprichos del destino que vienen en el pack de fábrica, y que te parezca lo que te parezca, con eso tienes que lidiar.

Lo cierto es que la mayoría actuamos como si esta cosecha deseada se cuidase de sí misma, y no tenemos una idea clara de cómo cultivarla para que florezca en todo su esplendor.

 Es verdad que lo intentamos, sí, pero solemos hacerlo lanzándonos a todo tipo de actividades y relaciones seductoras que con frecuencia terminan decepcionándonos. Y el chasco es monumental cuando aquello que tan buena pinta tenía al principio, acaba mostrándose insuficiente para proporcionarnos la satisfacción que tanto anhelamos.

LA CIENCIA DE LA FELICIDAD

Con esto de la felicidad pasa, como con todas las cosas relacionadas con el mundo emocional, que todo es muy ambiguo y subjetivo.
Además de que cada uno tiene su opinión sobre el tema, existen multitud de referencias específicas al cultivo del bienestar en los textos clásicos de las tradiciones orientales como el Yoga, el Taoísmo, o el Budismo.
Pero esa información, por valiosa que sea, no satisface a las mentes más analíticas y rigurosas. Y por eso es tan de agradecer que haya gente que se esté dedicando muy en serio a investigar el tema de forma científica.

Una de esas personas es Sonja Lyobomirsky.

Sonja, investigadora y profesora de Psicología de la Universidad de California, se fascinó hace más de veinte años con la pregunta de “qué nos hace realmente felices”.
 Como mujer inmigrante en un mundo de hombres, sus comienzos no fueron fáciles. Pero, a pesar del escepticismo de sus colegas más veteranos, consiguió demostrar, a fuerza de determinación y disciplina apabullantes, que era posible aumentar nuestra felicidad de forma real y duradera.

 Ahora es un auténtico referente no solo en el sistema americano de salud, sino a nivel mundial como parte del movimiento de la Psicología positiva. Entre sus muchas aportaciones ha publicado un par de libros que no tienen desperdicio sobre lo que a ella le gusta llamar “la construcción (o la creación) de la felicidad”:
El primero de ellos  “La ciencia de la felicidad” y más recientemente “Los mitos de la felicidad”  (afortunadamente ambos traducidos al castellano).



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En ellos hay ideas interesantes y revolucionarias que, curiosamente, vienen a confirmar esas cosas que la sabiduría ancestral mantenía, esta vez apoyadas y ampliadas por los recientes descubrimientos sobre el cerebro y el comportamiento humano.

En este artículo y en los siguientes te iré compartiendo algunas de esas ideas y otras más que tan solo arañan la superficie de un tema tan amplio y tan profundo.
 Pero, a fin de cuentas, aquí lo que de verdad vale no son las explicaciones teóricas, sino la aplicación práctica en tu vida, y en ese terreno, la mayoría de nosotros con el nivel elemental, ¡tenemos más que suficiente! ;P 

PERO, ¿DE VERDAD SE PUEDE CULTIVAR LA FELICIDAD??

Uno de las conclusiones más sorprendentes a las que llegó nuestra amiga Sonja es que la felicidad de cada individuo está determinada por tres ingredientes fundamentales combinados en porcentajes muy claros.

La genética es responsable de la mitad de nuestro capital de felicidad, que viene prefijado por la lotería de los genes que se expresan en nosotros.

 Si te ha tocado la parte triste del tío Martin, o la alegría contagiosa de tu abuela paterna, tienes que saber que eso va a condicionar un escandaloso 50% de tu talante: es lo que hay, y punto.

-Otro 10% viene determinado por la fuerza de las circunstancias.

Claro que no te sientes igual cuando todo va de maravilla ahí fuera o si tu situación de vida es muy desafiante. Las cosas nos afectan, está claro, pero, aunque es aquí donde solemos poner nuestra mirada y la mayoría de nuestros esfuerzos, este es un porcentaje demasiado pequeño como para jugársela apostando por él.
Aunque en el mejor de los casos cantes bingo en esta área, eso por sí solo no te va a llevar muy lejos, como nos recuerdan esas personas que, aun teniéndolo todo en apariencia, aún y todo son extremadamente infelices. 

-Y eso nos lleva a poner nuestra mirada en el 40% restante. Ese porcentaje nada despreciable depende enteramente de las elecciones que hacemos, es decir, de nuestro comportamiento y nuestros hábitos. ¨
Felizmente, eso es algo que SÍ está bajo nuestro control, y es el terreno donde podemos marcar la diferencia en nuestra vida.
Tanto es así que, cuando la Dra. Lyobomirsky buscaba título para su primer libro, pensó seriamente en llamarlo “La solución del 40%” 


En él  resume esta idea de forma muy contundente:

“No hace falta ser un genio para darse cuenta de que  la forma en la que piensas – sobre ti, sobre el mundo, y sobre otras personas- es más importante para tu felicidad que las circunstancias objetivas de tu vida.”

PIENSA BIEN LO QUE PERSIGUES

Me encanta esta manera de verlo porque en lugar de tener que entregarte indefensa a los caprichos del azar o las circunstancias, pone en tus manos el poder de construir la vida que quieres, y eso, en mi opinión, mola muchísimo.

La cara B de ese poder es que implica una gran responsabilidad sobre tus elecciones.
Hacerte cargo de ese alto porcentaje – ¡casi la mitad del total! – requiere, además de mucho trabajo, mucha conciencia a la hora de hacer tus elecciones.

-“Vale, muy bien; pero elegir, ¿qué?

LAS DOS FUENTES DE LA FELICIDAD

En líneas generales podemos decir que hay dos tipos de felicidad:

La que viene de las condiciones externas y la que surge en tu interior.

La primera tiene que ver con obtener placer de las cosas o las experiencias que te ofrece el mundo, y a nada que hayas seguido un poco mi trabajo ya intuirás que no parte como mi opción ideal.

No es que disfrutar de las cosas gratas a tu alcance sea malo ni mucho menos. A fin de cuentas, la vida y todos sus maravillosos placeres y oportunidades están ahí a nuestra disposición para gozar de ellos.
Pero, lamento comunicarte, que también tiene su set de pegas importantes.

 Este tipo de gratificación estimula en el cerebro la producción de Dopamina, la hormona de la excitación.
 Es muy agradable por el subidón que supone, ¡claro!, pero como pasa con muchas sustancias de todo tipo, engancha una pasada.
Así que cuando se acaba el estímulo, se acaba también la emoción, y entonces tienes que buscar urgentemente otra dosis que mantenga tu bienestar.

 Puedes argumentar, y es cierto, que eso también nos pasa cuando llevamos varias horas sin meter alimento al cuerpo.
 La parte negra de este asunto es, que la satisfacción generada por las cosas de ahí fuera va, igual que las drogas de todo tipo, elevando tu nivel de tolerancia.

 El término “adaptación hedonista” (que es como se le llama a esto en plan serio), quiere decir que te vas acostumbrando a los estímulos agradables.
 Y lo que antes te resultaba maravilloso y suficiente, ahora ya no te proporciona el mismo nivel de placer; y no solamente necesitas cada vez más dosis, sino que las cosas que antes hacían sonreír tu mirada van perdiendo su brillo quedándose en un “sin más”.

Así es muy difícil valorar los pequeños logros y las cosas simples del día a día, que son, a fin de cuentas, las que le dan “su gracia” a esto de estar vivo.

LA OPCIÓN MENOS SEXY

La segunda alternativa se activa dentro de ti como resultado de tus valores y tu actitud ante la vida.
 No se deriva de cómo son las cosas, sino de cómo eres tú, así que, como la llevas puesta, está siempre a tu alcance.

 En este caso tu cerebro produce Serotonina, que es la hormona de la satisfacción.
Su efecto no es tan vistoso como el de la Dopamina, pero es más estable y duradero.
 Es la diferencia entre tirar fuegos artificiales, que son muy chulos, pero duran poco, o tener un buen pedazo de roble ardiendo suavemente en tu chimenea.

Tampoco en este caso son todo ventajas, porque la “inocente” Serotonina también tiene sus pegas.
 Para producirse de forma regular cuando la situación no sea la ideal, requiere una condición muy desprestigiada en nuestros días: el trabajo puro y duro.

Ya lo decían los filósofos estoicos hace dos mil años:


“La alegría es, en la mayoría de las personas felices, el producto de una férrea disciplina”


Y esto de currárselo gota a gota chirría estrepitosamente en la era del logro exprés.

EL 40% EN TUS MANOS

Así que básicamente tienes dos opciones que marcarán tu trayectoria.

No quiere decir que priorizar una te prive totalmente de la otra, pero va a ser muy difícil que puedas mantener el foco en ambas a la vez.

Para saber qué tipo de resultado te ofrece cada una, puedes echarle un vistazo a tus valores y a tu experiencia previa, o reflexionar sobre cómo lo hacen las personas que admiras y son un referente para ti.

Nadie puede decidir por ti qué vas a hacer con ese 40% que está en tus manos, pero me voy a permitir animarte a que, elijas lo que elijas, lo hagas muy conscientemente porque eso es lo que dará forma a tu vida.

Yo tomé mi decisión hace mucho porque, aunque me considero una disfrutadora profesional del placer y del trabajo, no me siento nada segura confiándole mi felicidad a factores externos.

 Sé que las personas y las situaciones llegan y pasan, y que soy la única que me acompañará en todo momento y que estará conmigo hasta el final.

Por eso me interesa tanto ese enorme 40% que me tomo como mi responsabilidad más sagrada.

Lleva tiempo y trabajo, ¡Sí! – en mi caso cerca de cuatro décadas!!! … y lo que me quede 😉 –  pero, personalmente, no cambiaría ese trabajo por nada.

El quid de la cuestión está en enamorarte de la tarea de cultivar y pulir la persona que tú eres y convertirla en una aventura tan apasionante que quieras vivirla el resto de tu vida.

Si este es también tu caso, estate al tanto, porque el próximo artículo irá sobre cómo sacarle chispas a ese 40% 

Mientras tanto te invito a que reflexiones…

Nos “vemos” en Septiembre!!!

 

Imagen destacada: Aziz Acharki  en Unsplash

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