Poso mi mirada en la página en blanco y pienso en ti, que estás ahí leyendo y en las razones que me empujan a conectar contigo.
Pienso en la necesidad que siempre he sentido de llegar a ti y que me llevó hace tanto a compartir lo que iba aprendiendo.
Tal vez fue porque sentir mi sufrimiento me acercaba al tuyo, y porque ir descubriendo la manera de salir de él avivaba mi entusiasmo, como cuando no puedes contenerte de compartir una buena noticia.
En cualquier caso no fue un proceso muy meditado, sino algo extrañamente natural que me impulsaba a superar los límites que percibía en mi vida y a querer que tú también te libraras de lo que te impide ser tan feliz como quisieras.
Pienso en las heridas que me impulsaron a buscar, que son las mismas que veo en todas partes, y me pregunto cómo podemos llegar a estar tan confundidos, tan olvidados de lo que de verdad somos.
LO QUE NOS DUELE A TODOS
Sé por amarga experiencia que a veces el dolor y la rigidez hacen presa en nuestra vida. Que la ansiedad nos come. Que en nuestras mentes surgen todo tipo de pesadillas que te muestran, si no un mundo de enemigos, sí uno de competencia donde todos pelean por su trozo del pastel y todos parecen ser mejores y más felices tú.
Sé del temor secreto a sufrir y a ver sufrir a los que amas; a envejecer sin cumplir tus sueños. Conozco el egoísmo, el resentimiento, el rabiar y envidiar lo de otros. He visto la cara del pánico a no obtener lo que necesitas, a que vayas a no tener suficiente. Y sé que en ocasiones, llegas incluso a no confiar en ti.
Imagino que muchas veces todo se te hace tan grande que tampoco tú ves una salida, y que eso te sume en una angustia silenciosa y gris.
Yo pensaba que era solo yo, pero con el tiempo descubrí que esto forma parte del dilema humano que en un momento u otro nos golpea a todos.
Me daba cuenta de que esto forma parte de la vida, o al menos de lo que nos han contado de ella, pero una intuición salvaje y poderosa insistía incansablemente en que TENÍA QUE HABER OTRA MANERA. Que un Ser Humano con mayúsculas “debía”, como mínimo, SER FELIZ.
CUANDO SABES LO QUE NO QUIERES
No tenía muy claro qué significaba eso, pero podía percibir un vago aroma que me hablaba de sosiego y satisfacción; no porque la vida hubiera dejado de tener desafíos, sino por ser capaz de encontrar la fortaleza y los recursos para superarlos y crecer gracias a ellos.
Y no me podía resignar a vivir toda una vida presa de la comparación y el miedo.
Fue la desesperación, ¡bendita sea!, la que me llevó a buscar.
Así comprendí que siempre crecemos venciendo resistencias, y que hacerlo mal no es fracasar si continúas intentándolo.
Aprendí que la palabra crisis solo significa “cambio” y que oculto en ella siempre hay una oportunidad.
Convencida de que nuestra especie no es un producto evolutivamente acabado (aunque no hace falta ser un genio para llegar a esta conclusión) me emperré en transformarme. Y así descubrí que ERA POSIBLE sentirme contenta y en paz dentro de mi propia piel. Que tener un carácter estable, a salvo de la montaña rusa de las emociones, no era algo reservado solo a los maestros Zen que meten horas sin fin meditando en las cumbres heladas del Himalaya.
Tuve suerte. Salí huyendo de las frenéticas noches de farra y el rodar compulsivo de un bar al siguiente y casi inmediatamente se abrió para mí la puerta hacia otra vida.
Todavía no tenía veinte años, pero supe que había iniciado un camino totalmente nuevo y que ya no habría vuelta atrás.
Fue entonces cuando una noche, una gran casa que albergaba a mucha gente apareció en mis sueños. Intuía que aquello no era algo casual, pero aquella imagen no comenzó a definirse y tomar forma hasta tres o cuatro años después, cuando me encontré con Gus.
COMPAÑEROS DE CAMINO
Nos conocimos estudiando Masaje y el mismísimo primer día que nos vimos algo en mí supo que él era con quien yo quería estar.
Para él tampoco había sido, nada, nada fácil; y sin embargo su fuerza, su generosidad y su capacidad de servicio me cautivaron desde el primer momento y todavía hoy me conmueven.
Compartíamos la visión de un ser humano más feliz, sano y en paz, el amor por la naturaleza, y la pasión por contribuir a crear un mundo más consciente.
Juntos decidimos recoger el guante de aquel sueño lejano. Así en la Inglaterra de finales de los ochenta plasmamos aquella visión que decoró durante muchos meses las paredes de nuestro cuarto de estar.
En el dibujo había una casa preciosa de cuyas ventanas salía una luz dorada. A su alrededor se extendía una huerta donde crecían todo tipo de vegetales y un jardín enorme con árboles y flores. La gente llegaba a aquel lugar cabizbaja y enferma, y salía de él contenta y vital.
Impulsados por aquel propósito y ya en Baztan, continuamos estudiando, cada uno en su estilo, cosas que apoyaran aquella visión.
Gus se centró más en las técnicas manuales como el masaje y la osteopatía.
Yo fui pasando de lo físico a lo energético para llegar a la mente, las emociones y el Espíritu.
AQUELLA CASA TENÍA NOMBRE
Pasaron quince años dedicados a nuestra vocación de ayudar a las personas a alejarse del dolor, en los que comenzamos a dar los pasos para descubrir dónde estaba la casa del sueño.
En aquel tiempo se había unido al proyecto Virginia, mi hermanita pequeña. Ella había secundado mis planes desde siempre, y fue mi primera alumna cuando apenas levantábamos un metro del suelo. Entre los tres comenzamos a darle forma a aquella quimera.
Y de pronto Gamioa, esta casa señorial y magnífica se materializó en nuestra vida con todos los elementos que aparecían en aquel viejo dibujo (solo que se me olvidó pintar una hipoteca pequeña!!!)

Parecía una locura, y tal vez lo fuera, pero en 2007 le dimos el “Sí, quiero” a un proyecto que objetivamente excedía con creces los límites de la cordura; algo que se hizo evidente cuando pocos meses después se desplomó la economía.
Como ya no había marcha atrás no quedaba otra que tirar para adelante, y eso fue lo que hicimos.
Tuvimos que continuar sin Vir, que se marchó en 2013 dejando cada rincón de este lugar impregnado con su presencia. Tal vez sean fantasías mías, pero siento que, allí donde esté, siempre participará de este y de todos los proyectos que yo emprenda.

CUANDO TODO SE CONFABULA
Como ya te habrás imaginado, no habríamos llegado hasta este lugar sin aval y sin apoyo. Habría sido imposible transformarlo sin respaldo técnico, económico y material.
Estamos aquí a base de determinación y perseverancia; del saber hacer generoso de muchos. y de multitud de mañanas acunadas por el rumor de la hormigonera.
Pasamos años de cemento y pala, de polvo y de olor a pintura; de planificar, de creer y de crear. De entusiasmo, pero también de pánico a veces…

Ha llovido mucho desde aquello, pero aquí seguimos.
Casi quince años en los que nos hemos sentido crecer como personas y como terapeutas.
En este tiempo hemos aprendido que viajamos juntos en este pequeño barco llamado planeta Tierra. Que la solidaridad es imprescindible.
Hemos trabajado duro, pero también aprendido que todo pasa y que lo que hacemos cuenta. Miramos atrás con la satisfacción de haber llegado hasta aquí con alegría y una deuda de gratitud tal, que vamos a tener que dar mucho para poder saldarla…
Así que ¡en eso estamos!!!

“Gracias a la Vida, que me ha dado tanto…”
(Violeta Parra)
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