Si te digo que estar en este lugar donde estás
en este preciso momento
es lo único que puedes hacer ahora,
me puedes contestar que me he quedado calva detrás de las orejas o que he descubierto el hilo negro.
Pues si!
Es de lo más evidente, ¿verdad?
Pero, por mentira que te parezca, rara, rarísima vez estamos donde estamos
y raramente nos ocupamos en exclusiva de lo que AHORA hay que hacer.
Lo más habitual es que participemos en las situaciones y la interacción con los demás estando solo de cuerpo presente mientras nuestra mente se encuentra muy lejos, en una realidad virtual que solo existe en nuestro interior.
Pensamos en qué nos sugiere lo que vemos u oímos.
En lo que responderíamos.
En qué pasará luego
O en cosas que no tienen nada que ver con la situación pero que de pronto han saltado a nuestra pantalla mental sin que sepamos muy bien cómo han llegado hasta allí.
Todo menos estar total y realmente presentes en el único lugar posible:
AQUÍ Y AHORA
Y este extraño comportamiento que nos desconecta de la realidad
se sustenta sobre actitudes que están tan extendidas que acaban por integrarse en nuestro concepto de normalidad,
así que no es raro que nos pasen totalmente desapercibidas.
El diseño más primitivo de nuestro cerebro activa un escaneo constante del entorno para detectar cualquier tipo de amenaza, así que la quietud no es en absoluto una de sus características.
Y a base de saltar constantemente de un lado a otro nos olvidamos de lo que nos aporta la evolución posterior y hemos terminado pasando por alto
que tenemos las capacidad
(y la imperiosa necesidad)
de permanecer quietos donde estamos.
Encima, por una de esas extrañas travesuras de nuestra mente,
también tendemos a posponer para un mañana
que en ocasiones no llega,
los asuntos que desde nuestra bandeja de “pendientes” reclaman nuestra atención ahora mismo.
“De cara al verano haré más ejercicio”
“A partir de año nuevo dejo de fumar”
“Cuando acabe este trabajo descansaré”
“La semana que viene empiezo a cuidarme con la comida”…
Y no solo con estas cosas tenemos la mala costumbre de procrastinar
(que es un palabro para decir que dejamos para más tarde lo que deberíamos estar haciendo ya)
También con temas emocionales y vitales nos escaqueamos del momento:
“Empezaré a
disfrutar de la vida.
estar más tranquil@
A viajar.
A decir a los demás lo que necesito,
A….
Cuando
tenga un trabajo que me guste.
Cuando me haga caso la persona que yo quiero.
Cuando gane nosecuanto.
Cuando mis hijos sean más mayores.
Cuando me jubile.
Cuando…”
Y también es muy típico lo de
“Ahora no tengo tiempo para ocuparme de…
mi mal carácter,
de mis bajones frecuentes,
de mi falta de amor por mí…”
Se nos da bien esto de posponer;
¡demasiado bien para cosa buena!
Otra de nuestras costumbres que nos saca del presente
-pésima costumbre, por cierto-
es rumiar las cosas que ya pasaron
o anticiparnos a las que pueden pasar.
Es verdad que esto ayudó a nuestros ancestros a sobrevivir en épocas donde las cosas estaban más que crudas.
Pero a día de hoy
mayormente entorpecen,
por decirlo de la forma menos dramática,
nuestra salud mental.
Rumiar,
esto es
darle vueltas a las cosas antes de que ocurran
o después de que hayan ocurrido,
nos sume en un océano de estrés, ansiedad, intranquilidad o insatisfacción casi permanentes.
Las personas que vivimos satisfechas y tranquilas aún en medio de una actividad intensa estamos empezando a ser una especie en peligro de extinción según dicen los informes.
Solo que esto no tendría por qué ser así.
Nunca antes en la historia se ha vivido con el nivel de confort y seguridad del que muchos disfrutamos,
sin embargo el consumo de ansiolíticos, antidepresivos y pastillas para dormir está disparado,
y continúa en ascenso.
Es verdad que en muchos casos las cosas distan bastante de ser ideales;
pero también es cierto que nunca antes habíamos tenido tantas razones para ser felices
-por lo menos en la parte del mundo en la que comemos todos los días y no nos caen bombas del cielo.-
Y el caso es que la salida a nuestro malestar,
que la hay!,
no es tampoco ninguna novedad.
Las filosofías más antiguas conocen desde hace miles!!! de años
lo que a día de hoy se denomina Mindfulness,
un término un tanto sofisticado para expresar que es posible estar AQUÍ Y AHORA!
(y del que hablaremos largo y tendido más adelante)
Y qué ventajas tiene esto?
Pues mira,
para empezar te libera de un plumazo de esos resentimientos que tan a menudo guardamos a cuenta de sucesos dolorosos ocurridos en el pasado.
Y también te exime de andar lamentando lo que fue o lo que no pudo ser.
Eso sin contar con que la preocupación ansiosa que nos genera la incertidumbre sobre el futuro también se esfuma.
Estar aquí y ahora es de lo más conveniente.
A los puntillosos les diré que no hace falta esperar al domingo a las dos de la tarde para empezar a pensar qué vas a comer, y encontrarte que tienes el frigo vacío porque el sábado vivías “tan” en el ahora que no hiciste la compra para el día siguiente.
El pensamiento y la planificación tienen un papel muy importante en nuestra vida, pero la parcela que ocupan es muy pequeña comparada con la vastedad de horas en las que no los necesitas para nada.
Por otra parte no es que recordar lo que ya pasó no sea de utilidad.
El pasado es como el retrovisor de un coche:
es necesario echarle un vistazo de vez en cuando,
pero es peligroso conducir con los ojos puestos exclusivamente en él.
Revisar lo que ocurrió es bueno solamente como fuente de información para corregir el rumbo y evitar cometer el mismo tipo de errores una y otra vez.
“La última vez falló esto;
la próxima me gustaría hacerlo de esta otra manera”
Y figurarse lo que puede ocurrir sirve para prever algunos (nunca todos) de los posibles efectos de las acciones en curso.
“Si no termino esto ahora mañana andaré de cráneo”
“Si me dejo llevar por mi enfado es posible que la confianza se dañe”
Aterrizar en el momento presente es una bendición que te enseña poderosas lecciones.
A través de vivir centrado en el AHORA puedes empezar a comprender de verdad,
la naturaleza impermanente de las cosas.
Que las cosas materiales no duramos demasiado tiempo antes de desaparecer
es evidente,
pero como ya te he dicho otras veces
lo cierto es que vivimos como si nosotros, nuestras pertenencias y aquellos a los que amamos
fuéramos a estar aquí eternamente.
No nos planteamos que en cualquier momento alguno de estos elementos puede desaparecer para siempre,
así que es muy importante disfrutarlos al máximo mientras puedas hacerlo.
Esto, lejos de ser un enfoque fatalista, abre la puerta de un mundo totalmente nuevo,
mucho más vibrante y colorido.
Un mundo REAL que no está apagado por el gris mortecino de los conceptos mentales.
Además, estar AQUÍ y en ningún otro lado te hace consciente de la infinita red de conexiones, causas y efectos que le han dado forma a este momento.
Te hace comprender que para que puedas llevarte a la boca una simple patata frita
han tenido que ocurrir una fantástica maraña de sucesos que implica a muchas-muchas personas,
la mayoría de las cuales jamás conocerás.
Te ayuda a sentirte conectad@ en un universo de interrelación,
en un momento único en la historia del tiempo que no volverá a repetirse.
Te hace sentir cada instante de tu vida como un precioso don.
¿No te ha pasado encontrarte mal,
no poder usar uno de tus miembros,
o no poder levantarte de la cama
y comprender de pronto el milagro que supone poder ponerte cada día sobre tus pies y salir fuera?
Pues no esperes a perder las cosas para comenzar a apreciarlas.
Es una pena.
Es un desperdicio!!!
Así que te sugiero
que no reduzcas el irrepetible presente
a un mero intervalo entre un antes y un luego,
y que te permitas saborearlo como un instante atemporal.
Siéntete como una conciencia a través de la cual el tiempo se mueve.
Deja que la vida venga a ti en lugar de buscarla frenéticamente.
Date cuenta de que los fenómenos aparecen sin tu intervención,
– y muy a menudo sin tu esfuerzo-.
No tienes que hacer nada para aterrizar en este momento:
Ya estás aquí!!!
Como práctica puedes empezar a hacerte consciente de los principios y finales de las cosas y observarlos.
Comienza por sentir como cada una de tus respiraciones aparece y alcanza su punto álgido para luego desaparecer.
Escucha como los sonidos brotan del silencio para acabar volviendo a él.
Que no te de vértigo comprender que todo pasa,
pero si lo hace
apoya las manos en tus mejillas y siente mientras respiras la presencia que ahora eres;
siente que este es el único instante que de verdad existe.
Todo lo demás son elucubraciones mentales.
Este instante es la única realidad
Que la disfrutes!!!
“Si tu mente no está enredada en cosas innecesarias,
esta es la mejor estación de tu vida”
(T. Brach)