Por distintos que seamos unos de otros y dispares que resulten nuestros estilos y formas de vida, de lo que no cabe la menor duda es que hasta el último de nosotros busca durante toda su existencia ser feliz.
Y ser feliz es fundamentalmente vivir en paz dentro de tu propia piel.
Buscamos no solo obtener las cosas que necesitamos, sino también vivir haciendo lo que nos gusta y poder expresar lo que somos.
Buscamos, eso sí, en diferentes lugares y de diferentes formas; pero aunque para cada uno la felicidad tenga un aspecto diferente, el común denominador del anhelo humano es ese sentimiento interno de satisfacción que no puede suplirse con nada.
Y, por esas cosas de la vida, no importa la cultura a la que pertenezcas ni tu estatus social o tu nivel de éxito; sin la cálida y grata sensación de contento con uno mismo y con lo que uno hace, nada de lo que obtengas, nada de lo que persigas, calmará tus ansias ni te parecerá suficiente.
Y esto es así para todo pichichi -al menos para todos los que no tenemos que luchar cada día por nuestra supervivencia-.
Ordenar tus cajoncitos
Quien más quien menos, la mayoría de nosotros asumimos la importancia de tener en orden nuestro mundo interno: que lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos sigan una misma línea que nos aporte la sensación de coherencia en nuestra vida; y esto, por obvio que resulte ahora, es un paso evolutivo bastante reciente.
Hasta hace muy pocos años lo de “ir al psicólogo” o “hacer terapia” estaba a medio camino entre lo bochornoso y lo innecesario; algo que solo hacían los blandos incapaces de gestionar su vida y su cabeza como dios manda.
Apelar a las emociones suscitaba la sonrisita pícara de la mayoría de los clínicos: se consideraba propio de mujeres histéricas y hombres lloricas. Así que si llegabas a tener “la desgracia” de necesitar ayuda con tu mundo emocional lo vivías como una disfunción y el imperativo era mantenerlo en el más estricto de los secretos.
Pero afortunadamente hemos crecido mucho y tenemos otra mentalidad.
Como dice de forma humorística pero rotundamente clara el polifacético Odin Dupeyron:
“La terapia es canasta básica: leche, huevos, terapia (muchos huevos para ir a terapia!)” XD
Y es que ya no nos conformamos con atiborrarnos de ansiolíticos o pagarla con la nevera, la visa, la botella o el vecino.
Ya no tragamos con el agujero negro de la insatisfacción, ni con lo de apretar por dentro (y por fuera) para sofocar al “Bicho”: esa abrumadora sensación interna que en ocasiones te corroe y no te deja olvidarte de que esto no es lo que tú querrías.
https://xendanzentroa.com/ansiedad-y-estres-pierdeles-el-miedo/
Cuando ves con claridad que tienes que hacer algo
Usamos técnicas como el Hakomi, que es uno de mis recursos favoritos en este mundo, porque por lo general llegamos a mayores con un buen puñado de temitas pendientes que boicotean nuestra tranquilidad y merman nuestras posibilidades.
Estos asuntos sin resolver suelen tener que ver con
-Nuestra valía
-La seguridad (física y emocional)
-El amor y las relaciones
-Nuestro papel en el mundo
y poco más.
Te suena?
Suelen reflejarse en tu manera de funcionar o en forma de sensaciones inquietantes que puede que recuerdes desde siempre y que, aunque a menudo estén en segundo plano, te transmiten la sensación de que algo no está en orden, poniendo en entredicho tu sosiego y socavando tu alegría de vivir.
Estos asuntos sin resolver se formaron en episodios dolorosos de tu pasado (principalmente en la infancia y la adolescencia) y surgieron de la impotencia y la sensación de desamparo que experimentaste en una época en la que tenías muy pocos recursos para hacerles frente.
Ese sufrimiento se transformó en poderosas creencias solapadas sobre ti y sobre el mundo:
-“Mis necesidades no cuentan”
-“Los demás son mejores que yo”
-“Tengo que esforzarme para que me quieran”…..
-“Tengo que apañármelas sol@”
-“No hay suficiente para todos”
-“Es mejor no fiarse de nadie”…
y te llevaron a adoptar determinadas estrategias que aunque ahora boicoteen tu tranquilidad y tu vida, fueron lo mejor que supiste hacer para sobrevivir.
-“No hago las cosas que necesito” o “Hago cosas que me dañan”
-“No confío en mí ”
-“Tengo que demostrar que yo valgo”
-“Si no haces lo que yo quiero es que no me amas (o que estás contra mí)”
-“Necesito acumular compulsivamente (objetos, conocimientos, experiencias, poder…)
-“No me nutro del apoyo disponible”
-“No me fío de los demás y así no corro el riesgo de que me traicionen”
Etc, etc, etc…
Lo que condiciona nuestra vida
Y aunque lo de arriba son solo pequeños ejemplos que igual no se aplican a ti, a nada que hayas buceado un poco en tus entretelas sabrás de sobra a qué me estoy refiriendo.
A todo este tinglado le llamamos en Hakomi “Material Significativo”, huellas de nuestro pasado que por falta de recursos en aquel momento no tuvieron más remedio que refugiarse en el inconsciente para mitigar el dolor. Y aunque allí siguen actuando desde la sombra, es donde menos se ven y eso nos permite mal que bien tirar p’alante.
Podríamos utilizar la siguiente metáfora:
“Imagina que vives en una bonita casa que procuras tener más o menos limpia y ordenada, pero en ella hay un sótano donde almacenas desde hace años muchos trastos, cajas cerradas que no sabes lo que contienen, bastante porquería e incluso alguna que otra rata muerta que se quedó atrapada allí.
Tú te esfuerza por no entrar nunca en ese desagradable lugar y mantener la puerta bien cerradita, pero tarde o temprano la temperatura sube, el aire cambia, te pones a buscar algo o alguien que no debía abre esa puerta, y la peste inunda toda tu casa revolviéndote el estómago y alejando a veces incluso a los que te quieren.
¿Esta casa que habitas a la que llamas ”tu cuerpo” tiene un lugar así?”
Limpieza general
De acuerdo que lo de arremangarse y armarse de focos, bolsas de basura y una pinza para la nariz no es el planazo de tu vida.
Lo de los trapos sucios nunca es cómodo, vale? (de ahí lo de los huevos que dice Odin que hay que echarle), pero es un trabajo que es conveniente hacer si aspiras a vivir confortablemente en tu casa, sin efectos secundarios de un pasado que ya no tiene por qué estar ahí.
Con esto no quiero decirte que todas las estrategias que adoptaste en otro tiempo, todo lo que pusiste en marcha para continuar, todo lo que guardas en el sótano –que es tu inconsciente-, sea malo ni muchísimo menos; Te ha traído hasta aquí y eso ya significa mucho.
Hablo de entrar en esa estancia oscura iluminándola con la lámpara de tu atención y de los recursos que has aprendido en todos estos años, para que sepas con claridad qué guardas.
Para que limpies la basura, veas qué te puede servir, rescates cosas valiosas que ya no recordabas que tenías y decidas qué hacer con el resto: si lo tiras para siempre o lo puedes reciclar.
Se trata de descubrir por qué piensas, sientes y te comportas como lo haces y así poder decidir lo que a día de hoy es válido para ti, qué te está fastidiando, y cómo lo puedes transformar.
Se trata de crear una experiencia nueva para demostrar a la parte de ti que sufre que otra realidad es posible.
Esto tiene repercusiones enormes no solo en tu bienestar inmediato sino que afecta también a tres áreas esenciales de tu experiencia
-Tu forma de actuar (incluida tu eficacia)
-Tus relaciones
-El desarrollo de tu potencial
Tu forma de actuar
Cuando identificas y solucionas lo que se interpone entre tú y tu tranquilidad, desinstalas los programas inconscientes que te mantienen estancado en comportamientos que te dañan o en niveles de rendimiento que no te satisfacen.
Da igual que tu estilo sea hacer o decir cosas de las que luego te arrepientes, andar evitando lo que sabes que tienes que hacer o, en el polo opuesto, que seas adicto a la actividad y no puedas estar sin hacer nada.
Puedes descubrir por qué siempre dejas todo para el último momento o por qué no consigues desconectar del curro una vez que lo has dejado, por ejemplo.
Puedes transformar la fastidiosa manía de hacer lo que sabes de sobra que no debes y dejar de hacer aquello que te ayudaría…
Tus relaciones
Las relaciones son nuestra fuente principal de conflicto porque todas nuestras actividades suceden en relación. La relación con las otras personas: familia, amigos y compañeros, jefes o clientes.
Pero también la relación con las cosas y las ideas (con la comida, con el dinero o el sexo, con el éxito, el poder o la razón…)
Y además, por si todo esto fuera poco, está la relación con uno mismo: no hay buen rollito con lo demás mientras no hay paz dentro de tu pellejo 🙂
No importa lo bien que te comportes o que vaya todo de cara a la galería.
Sentir que siempre das más de lo que recibes, que en el fondo nadie te apoya de verdad, que no puedes confiar plenamente en nadie, que te cuesta compartir, que te asusta la intimidad…. son signos inequívocos de que tu mundo de relación está contaminado por tóxicos antiguos.
Y ya sabes que: “la relación bien entendida empieza por uno mismo!” XD
El desarrollo de tu potencial
Que significa ser la máxima expresión de aquello que puedes llegar a ser.
Sin delirios de grandeza, pero sin complejos tampoco.
Si eres bellota tender a ser roble.
Si eres ave tender a surcar el cielo.
No hablo de que la bellota sueñe con dar chirimoyas ni que el ave mire la luna soñando con estar allí.
Se trata de cultivar y expandir lo que está implícito en tu diseño por el mero hecho de que la fuerza de la vida empuja a todas las cosas al desarrollo de su pleno potencial.
Y desplegar tu naturaleza, la potencialidad de tu ser, no es posible si en tu interior existe un techo de cristal interno que te impide crecer. Y ese techo , lo creas o no, está construido por ti! (en ocasiones con mucha ayuda de personas y circunstancias, claro!)
Construido para protegerte, pero que a la vez te aísla.
Construido por una incertidumbre que a la larga te impide progresar; ir más allá.
Poner estas tres piezas en su lugar abre las puertas de la paz.
La paz no como algo dulzón, absoluto e inamovible, sino como el umbral de un paisaje nuevo que te traerá sin duda nuevos desafíos, pero también más satisfacción de la que has conocido jamás.
Un sentimiento de concordia contigo que avivará tu pasión por esta aventura de vivir.
Puede que tu sótano no sea ahora un lugar muy agradable, pero en él se esconde la llave de tu despertar.
He aprendido que los fantasmas solo están en nuestra cabeza y que se alimentan de nuestros miedos. Pero cuando los miras de frente se esfuman como lo hace la oscuridad al amanecer.
Limpiar mi sótano sanó mi vida y me permitió, por primera vez en mi historia, sentirme en casa dentro de mi propia piel.
Desde entonces me dedico a hacer piña con quienes prefieren no emprender ésa tarea solos.
Si necesitas compañía para bajar, dame un silbidito! 🙂
Imagen de cabecera: deedee86 en Pixabay
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