MOUSE IN A WHEEL - CUANDO LA CABEZA SE DESMADRA

CUANDO LA CABEZA SE DESMADRA

Las películas de terror suelen comenzar con algo

aparentemente inofensivo y cotidiano,

pero para cuando te quieres dar cuenta

se ha montado una pesadilla sobrenatural

así,

sin más ni más.

 

Pues eso mismo pasa en las cabezas de muchas  personas

con una frecuencia alarmante.

 

Un poco de molestia de garganta,

que va a un poco más…

El médico primero dice que es una irritación;

luego cuando persiste que puede ser un pólipo,

pero resulta que se hace una prueba y no lo encuentran….

Y ya está montada!

 

La cabeza empieza a barajar posibilidades que nunca son menores.

 

Y en el palmarés de posibilidades inquietantes alrededor de nuestra salud

“INFARTO”

o “CÁNCER”

son los principales nominados.

 

No importa que estés ocho horas diarias bajo un chorro de aire acondicionado,

o que el sitio donde trabajas huela constantemente a petroquímicos;

y mucho menos importa que tengas algo atravesado que “no puedes tragar”

o algo que decir pero que no te atreves….

 

El pánico se instaura descartando lo cercano

y una procesión de impactos anteriores,

experimentados cuando fulanito o menganita fueron tocados “por la maldición”,

comienza a corroerte por dentro:

Y si es un tumor???

 

Es verdad que esta historia

encaja por lo general en un perfil de más de treinta y cinco años,

pero las semillas de semejante respuesta

fueron plantadas muchísimo antes

incubando el temor desde hace tanto

que ya ni siquiera recuerdas cuando fue.

 

Lo que le ocurre a la persona de arriba,

que es real como la vida misma,

es solo una expresión más de ese “esperarse lo peor”

que nos es tan familiar como nuestra propia nariz.

 

No hace falta que temas por tu vida.

 

Una idea preocupante que se instala,

una situación de incertidumbre,

una mala mirada por parte de alguien

(que igual ni siquiera tenía que ver contigo),

una sensación desagradable que se cruza

o una metedura de pata,

propia o ajena

son suficientes para que una nube de pensamientos tóxicos

envenene todo nuestro sistema.

 

A esto le llamamos

“comernos el coco”

 

esa inocente denominación que implica

darle vueltas a un pensamiento ad infinitum,

-como un ratoncito atrapado en una rueda-

actividad que engulle casi por completo,

la capacidad de raciocinio

de sectores del cerebro más evolucionados.

 

Y para más inri

cuando te das cuenta

de cómo están las cosas

piensas que eres gilipollas sin remedio

porque entiendes que haces algo que no deberías

pero no sabes cómo evitarlo.

 

Pues tengo dos noticias para ti:

Una buena

Y la otra mala!

 

La buena es que no eres gilipollas.

 

Y la mala es que,

te guste o no,

el sustrato más básico de nuestro ordenador de a bordo

funciona así.

 

A esto lo llaman los neurocientíficos

el sesgo negativo del cerebro“,

que quiere decir

que así es como está diseñada

la parte más básica de nuestra compleja sesera.

 

Para entender esto tienes que remontarte

a las versiones más primitivas de esta estructura:

el cerebro de reptil 1.0

cuya principal prestación cognitiva,

por no decir la única,

es identificar dónde está el peligro.

 

En esta versión tan rudimentaria

el calorcito de la camada,

los vínculos afectivos

y ya no digamos una puesta de sol hermosa

no son más que chuminadas.

 

Aquí lo único que cuenta es

saber de dónde pueden venir los golpes;

qué te puedes comer

y lo que puede comerte a tí.

FIN!!!

 

Estas prestaciones no resultan muy sugerentes

pero ayudaron a sobrevivir a la especie

hasta pasar a la siguiente fase evolutiva.

 

Pues alojada en lo más recóndito de nuestro sofisticado cerebro

esa estructura continúa actuando,

utilizando en su favor

-flaco favor, por cierto-

la ingente información almacenada en dependencias más modernas

con el propósito

-¡qué ironía!-

de protegernos.

 

Y aunque nosotros ya no reptemos

seguimos sujetos a ese programa

un tanto neurótico en estos días,

que actúa como una cámara de seguridad

que escanea constantemente

el panorama físico, mental y emocional

para detectar cualquier rastro de amenaza

presente o futuro,

real o imaginario.

 

Porque curiosamente esto último da igual.

 

Un mal sueño,

una película

o una historia atemorizadora que le ocurra a un tercero

hace reaccionar a tu cuerpo

igual igual que si estuvieras en peligro tú,

sin importar que no sea verdad,

e independientemente de que lo sepas o no.

 

Así que cualquier disgusto

o desafío

de los que la vida tiene un surtido ilimitado

te puede dejar tan desvalid@ y frágil

como una chalupa en medio de un océano agitado.

 

Pero afortunadamente la madre naturaleza no se detuvo ahí

y nos ha provisto de actualizaciones más y más complejas

que culminan en un sofisticado neo córtex

que tiene la capacidad de tomar decisiones,

concretamente en el área del lóbulo pre frontal

que como su propio nombre indica está ahí mismo,

justo detrás de tu frente.

 

La cuestión es “solamente”

cómo saber utilizarlo,

así que vamos a ello!

 

Para empezar

es fundamental que distingas

que una cosa son las películas que te cuenta tu cabeza

y otra muy distinta

.

 

Tú no eres la charla incesante

ni la letanía de temores y amenazas

que te achicharra en tus horas más bajas.

Esa bulla se genera

al combinarse los “temas del momento” en tu mundo emocional

con toda la información que has almacenado previamente.

EL resultado de ello suele ser

un potaje que con bastante frecuencia

no tiene ni pies ni cabeza.

 

Y tú eres la conciencia que observa todo ese batiburrillo

que puede consistir en:

la recreación obsesiva de un acontecimiento pasado;

las posibilidades futuras

puestas del derecho,

de lado

y del revés;

las canciones que se te meten y no hay manera de sacarlas,

 

las fantasías de todos los colores…

 

¡Qué te voy a contar que tú no sepas!

 

Uno de los momentos más decisivos de mi vida fue cuando me di cuenta

de que no tenía por qué creerme

tooooodo lo que me contaba mi cabeza.

 

¡Qué liberación!

 

Eso quiere decir que puedes escuchar lo que ocurre allí arriba

sin tener que darle crédito necesariamente.

 

Porque cuando estás implicad@ emocionalmente con tus pensamientos

actúas como si fueran la verdad,

toda la verdad

y nada más que la verdad;

y esto rara vez es así.

 

Acostúmbrate a ponerlo en duda!

 

Pensar lo a gusto que matarías a alguien

-por poner un ejemplo un poco dramático-

no te convierte en un asesino;

sencillamente es la expresión

de la agresividad implícita en el ser humano

aderezada con el caldo de violencia que entra cada día por nuestros sentidos.

 

No es lo que piensas lo que te define,

sino las decisiones y las acciones que emprendes al respecto.

 

Así que como primer paso

empieza por ir tomando distancia de lo que te cuenta tu pensamiento.

 

Obsérvalo como observarías el comportamiento de otro.

 

Nómbralo con naturalidad:

“ Mira!, ya me está atacando otra vez el miedo,

o la preocupación”

 

Y agradécele a tu cerebro de reptil

su intento de protegerte,

y tranquilízalo haciéndole saber

que en este preciso momento todo está en orden:

 

-“¿Ves?, ahora mismo no hay ningún problema”

-“Cuando surja, si surge, ya me haré cargo de ello”

 

O en un estilo más planificado

 

-“Si se da el caso me gustaría hacerlo así y asao;

O llevarlo de esta manera”

 

Y una vez que lo has visto y lo has nombrado

retorna al momento presente

 

“ Y ahora, ¡a lo que estamos!”

 

trayendo suavemente

la atención de vuelta a lo que estabas haciendo.

 

Una y otra vez,

con mucha

mucha paciencia!

 

Algo muy importante que debes recordar es

que a los pensamientos hay que cogerlos pronto  

de la misma manera que el fuego es manejable

sólo si lo pillas enseguida,

porque como lo dejes….

 

Si permites que una preocupación se asiente

 y eche raíces

comprometiendo las emociones

 te va a costar mucho más controlarla.

 

Así que espabílate y

actúa en los primeros signos 

antes de que vaya a peor

y se desmadre!

 

Te vendrá bien reflexionar

sobre cuales son los espacios predilectos

de la inquietud

para hacer presa en ti.

 

El cansancio

y los momentos en los que no te encuentras muy bien físicamente

son el caldo de cultivo ideal para la morriña mental;

y también los chascos y las decepciones.

 

Así que

identifica cuidadosamente las situaciones de riesgo

y empieza a practicar la lucidez del desapego.

 

Hay quien utiliza la técnica de sustituir un pensamiento negativo por otro positivo,

pero en mi opinión esto solo es válido

cuando has sido capaz

de mirar de frente tus miedos

y aceptar que están ahí

sin que eso te  impida tomar una decisión al respecto.

 

Formular esta decisión es fundamental

porque activa el lóbulo prefrontal del que hablábamos antes.

 

Al ser el centro desde donde efectuamos nuestras elecciones,

es desde ahí que podemos controlar nuestro comportamiento.

 

Si quieres profundizar en el tema

te recomiendo con todo mi entusiasmo

el trabajo de Dan Siegel,

investigador y profesor de psiquiatría en la UCLA.

Su libro “Mindsight”,

que  además está también en castellano,

no tiene desperdicio

y aborda  los últimos descubrimientos de la neurociencia

y su aplicación a lo que hablamos

de  una forma de lo más asequible para todo el mundo.

 

En él explica de forma magistral

más o menos lo mismo

que te cuento yo aquí en plan simple:

 

que no tienes porqué continuar padeciendo

los temores de la parte más irracional de tu mente,

sino que puedes aprovechar su potencial

para vivir la vida como tú quieras vivirla.

 

Tú tienes la capacidad

de liberar al ratón de la rueda de tu pensamiento;

 

de tallar el diamante de tu potentísimo cerebro

 

o permitirle que te lleve al huerto.

 

Así están las cosas

 

Tú decides! XD

 

Mindsight es la capacidad de la mente humana para contemplarse a sí misma.

Es una lente poderosa mediante la cual podemos comprender nuestra vida interior con mayor claridad,

transformar nuestro cerebro y mejorar nuestras relaciones con los demás.”

D. Siegel

Share

Comments are closed.