La idea en sí misma suena bonita, pero como suele decir alguien que yo sé:
“Y ¿a qué botón hay que darle???”
Porque cuando ya te han engullido tus matracas habituales suele costar un triunfo salirse de ellas.
Además tenemos el peso de toda nuestra historia personal en forma de cadena de hábitos y reacciones que nos hacen producir un abanico de respuestas tan variado y creativo como el de una máquina de refrescos:
una vez que la moneda cae, el resultado es: sota, caballo, rey
y se acabó!
Y así nos encontramos una y otra vez repitiendo lo mismo por mucho que nos gustaría poder hacerlo de otra manera.
Hay diferentes niveles de Renovación, desde luego.
Algo de gran utilidad es hacer, por ejemplo, una limpieza de hígado que, especialmente en primavera, viene de cine para que esta increíble víscera se descongestione de los excesos y el letargo invernal.
Podemos, en plan mucho más frívolo, renovar el vestuario, renovar nuestros propósitos para la famosa operación bikini, cortarnos el pelo, retomar los paseos, el gimnasio o volver a enamorarnos; pero desde luego no me estoy refiero a esto.
Me refiero, como habrás podido adivinar, a ampliarte, a crecer más allá de tus límites habituales…
solo que posiblemente recuerdes escarbando en los recuerdos de tu infancia que eso de crecer nunca era cómodo.
Pues no, claro que no lo es!
La comodidad – aunque no siempre sea tal- se encuentra en repetir lo que ya te sale automático
(más de lo mismo, vaya!).
Se encuentra en la cálida protección de nuestra zona de confort;
ese pequeño mundo familiar donde sientes que sabes lo que hay pero donde nada verdaderamente nuevo ni excitante pasa.
Es esa inercia de lo archiconocido que te confina en el minúsculo patio de tu casa donde todo está en orden la mayor parte del tiempo y donde no hay mayores desafíos ni demasiadas sorpresas; “todo previsible”, “todo bajo control”.
Control….
Já!!!
Hablarle de control a la vida es meterse en un terreno muyyyy resbaladizo! XD
Pero nos gusta tener la sensación de que estamos seguros
y por eso nos mudamos, con la pretensión de que sea de forma indefinida, al tranquilo barrio de la zona de confort.
Y en principio eso no tendría por qué representar ningún problema si no existieran las inquietudes humanas.
Pero existen,
y en esas inquietudes es donde comienzan los escollos.
Y de pronto lo que antes era cómodo y cálido comienza teñirse de aburrimiento e insatisfacción.
La zona de confort tiene muchos encantos pero carece de la frescura y la pasión de lo nuevo.
No hay emoción.
Ahí no se crece.
Y no se crece porque solo crecemos venciendo resistencias, y las fronteras de esa zona franca donde tenemos la ilusión de que estamos a salvo están hechas de resistencia a cambiar.
¿Sabes por qué?
Pues porque invariablemente lo primero con lo que uno se encuentra en cuanto pone sus naricitas ahí fuera es con sus miedos.
Te topas de bruces con el set de incertidumbres y desafíos que te mantiene quietecito y formal en lo de siempre y que te susurran con convicción que no hay necesidad de ir a ningún lado y que no es buena idea arriesgarse.
Al otro lado de esa barrera están tus sueños y tu potencial esperándote, pero muy a menudo rebotas en cuanto sales contra esta densa cortina de miedo así que vuelves a la comodidad mortecina del nido convenciéndote durante un tiempo de que todo está bien así…
Hasta que un día la vocecita suave pero insistente de los anhelos de tu corazón vuelve a colarse reclamando tu atención, desafiando tu status quo.
Y entonces por mucho que quieras eludir el tema sabes que necesitas crecer,
o sea, renovarte,
y reunir impulso y coraje y mirar de frente esos miedos.
Esos miedos están hechos fundamentalmente de sentimientos e ideas limitantes que se instalaron ahí para protegerte pero que a día de hoy muy posiblemente te impidan progresar más que otra cosa.
Así que el primer paso es hacer un meticuloso inventario.
Y para ello es necesario que asumas una responsabilidad radical.
Con responsabilidad radical no me refiero solo a estar dispuesto a indagar en ti con honestidad incuestionable para saber exactamente dónde estás y cuáles han sido las actitudes y elecciones que te han traído hasta donde te encuentras y continúan manteniéndote ahí.
Necesitas saber en qué has contribuido, para lo bueno y lo malo, en generar y mantener la situación en la que te encuentras y así decidir si consideras que la estrategia que una vez adoptaste es lo suficientemente buena como para continuar con ella o necesitas producir algún tipo de respuesta diferente.
Pero hay un aspecto todavía más profundo de esta responsabilidad radical que es darte cuenta de que
tú creas tu destino.
Nos suele parecer cuando nos hablan de este asunto de las capacidades y el potencial que solo por el hecho de tenerlo ya nos vale.
Que no tenemos que hacer nada para desarrollarlo
Pensar eso es tan infantil como creer que una bellota por el mero hecho de serlo se convertirá en roble sí o sí, sin necesidad de agua, ni de sol ni de tierra fértil.
El potencial no es algo gratis, es algo que se gana con determinación y valentía.
Toda esa moda del “pide y se te dará”, “visualízalo y ocurrirá” carece de un aspecto práctico fundamental que lo convierte en bastante inoperante. Transmite la dañina información de que las cosas caen del cielo, y a excepción de la lluvia y poco más esto no es cierto!
No se materializa aquello que sientes, deseas o visualizas, NO!
Se materializa aquello con lo que te comprometes, donde te mojas, donde pones carne en el asador;
donde te muestras, te estiras y creces más allá de tus límites;
se materializa aquello a lo que le echas un par.
Así, como suena.
Puedes dejar tu vida en manos del “azar” o de la “suerte” o incluso de “Dios”
pero cargar a otro alguien con tu responsabilidad (aunque ese “alguien” sea el mismísimo Sheriff) y/o dejar el destino de tu vida sujeto a algo externo es jugársela más allá de lo razonable.
Ya decían los romanos: “Fortuna sonríe a los audaces”
“A Dios rogando y con el mazo dando” en la cultura cristiana.
O como lo traducía Picasso: “La inspiración existe pero tiene que pillarte trabajando”
Y no es que no haya factores externos determinantes, personas y situaciones que hayan contribuido a que las cosas estén como están, o que peleen por hacerte la vida imposible.
O que te aporten una ayuda de valor incalculable.
¡Claro que los hay!, y a veces con mucho, muchísimo peso.
Pero ya que no tienes control sobre el comportamiento de los demás,
pero sí sobre la respuesta que tú des a él,
el primer lugar donde necesitas actuar eres TÚ.
En ti está la posibilidad de realizar todo lo que anhelas,
solo que necesitas no constituir un obstáculo para ti mism@.
Te sugiero que te mentalices de que tu destino no es algo fijo en lo que no tienes ninguna participación.
Tu destino lo construyes tú con tus acciones, con tu manera de mostrarte, con las apuestas que haces.
Y si esto está claro para ti entonces necesitas dar un salto de conciencia para abandonar tu identidad de víctima.
Sí, sí! De víctima de la vida o de las circunstancias.
Si tú creas tu destino con tus acciones entenderás la importancia de asumir esa responsabilidad radical de la que hablábamos y dejarás de culpar a la vida o a los demás de las cosas que te pasan, del lugar donde te encuentras, de cómo eres o de cualquier otra milonga.
Si no lo haces estás poniendo tu poder (llámalo capacidad de acción si la palabra te chirría) en manos de otros,
y no podrás acceder a él!
Muchos hemos crecido con el siniestro mensaje de que conseguir nuestros sueños no está en nuestras manos y así hemos pasado gran parte de nuestra vida en un trance de indefensión que ha ido envenenando nuestra psique hasta convencernos de que el Poder no es parte intrínseca de nuestra identidad.
Nadie nos dijo que podíamos utilizarlo en nuestro propio servicio y que
la capacidad de transformar nuestra vida y nuestro mundo no está fuera sino dentro de nosotros.
Yo desde luego nunca oí hasta bien mayor que
tengo todo lo que necesito para realizar mi destino en sus más altas posibilidades.
Nadie me dijo que no soy víctima sino creadora de mi vida y mi futuro.
Y no, no todo es color de rosa.
Hay veces que es rosa pero otras se pone muy negro y las pasas moradas o tienes encima uno y mil marrones.
Cada fase de crecimiento tiene su propio pack de dificultades acordes a tu nivel de desarrollo.
Y cuando por fin te sabes las tablas y multiplicar ya no es un tormento empiezan las divisiones,
y luego las raíces cuadradas
y luego los logaritmos,
y luego…
Y a cada época de aprendizaje intenso le sigue otra de relativa comodidad que volverá a transformarse a la vuelta de la esquina en una versión 2.0 que hará que lo que tanto te costó aprender en su día parezca ahora un juego de niños.
La elección es clara:
poner el poder y la responsabilidad en factores externos a ti,
o tomar las riendas de tu vida decidiendo hacia dónde quieres ir y cuáles son los pasos que tienes que dar,
sin prisa pero sin pausa,
para que cada una de tus acciones te acerque un poquito más a tu propósito.
Creo honestamente que no hay otra manera de ser feliz (que es lo que todos decimos que queremos).
Cuando escuchas los anhelos de tu corazón y trabajas activamente para hacerlos realidad tu vida adquiere un significado sin el cual no hay satisfacción posible.
Da igual lo mucho que ganes o lo mucho que tengas.
Da igual la alta consideración en que te tenga el mundo.
Sin la paz profunda que nace de la certeza de estar expresando tu verdadera esencia nada tendrá sentido para ti.
Y en esa aventura pueden venirte muy bien herramientas que te ayuden a tomar tus propias decisiones,
que te apoyen cuando flojeas,
que disuelvan los obstáculos
y que te pongan en contacto con quien en realidad eres.
Herramientas que voy compartiendo contigo y que tú también puedes regalar a quien creas que puede necesitarlas
y así colaborar en el florecimiento de un Ser Humano más presente en su SER,
más feliz y satisfecho,
más HUMANO.
Compartir nos ayuda a caminar con alegría.
Y para mí es un placer y un honor que caminemos juntos hacia tierras hermosas y desconocidas
Los viajes siempre son inciertos pero
¡Qué vivos nos sentimos!