
Un Decreto Concluyente
La otra noche Dios pegó en la pared de la taberna
un decreto concluyente
para todos los prisioneros del Amor que decía:
“Si no puedes encontrar una manera Gozosa de trabajar,
las mandíbulas de este mundo probablemente
harán presa en tu precioso culo”
– Hafiz –
El legado de Ron Kurtz
Ron Kurtz, desaparecido el 4 de Enero de 2011, es internacionalmente reconocido por ser creador del Hakomi y autor de libros como “Psicoterapia Centrada en el Cuerpo: el Método Hakomi”.
Entre otras cosas, Kurtz fue pionero en el uso de la Atención Plena como ingrediente fundamental en la psicoterapia, dándose cuenta además de que, para ser verdaderamente transformadora, ésta tenía que ser experiencial. Comprendió que las expresiones no verbales dicen mucho más de nosotros de lo que la palabra pueda revelar acerca del material significativo que organiza nuestra experiencia, descubriendo que el cuerpo es una ruta directa al inconsciente.
En los años 70, Kurtz, que se había formado en la rama científica, comenzó a explorar la psicología y a experimentar creando una manera de trabajar con la gente que atrajo la atención por lo imaginativo e innovador de su enfoque.
Se inspiró en el yoga, que le enseñó varios de los ingredientes básicos que luego se convertirían en parte integral de su manera de trabajar. De este enfoque adoptó el principio de no violencia (ahimsa), la interconexión del cuerpo y la mente , el principio de unidad ( que es lo que la palabra yoga significa), y la forma de hacer pequeños experimentos en estado de Atención Plena dirigidos al auto descubrimiento.
Inspirado también en gran medida por el Taoísmo, aprendió acerca de la organicidad y de fluir con lo que ocurre.
La Bioenergética contribuyó a que entendiera la conexión entre el cuerpo y la mente, y cómo la experiencia proporciona el cambio; la Gestalt le enseñó la psicoterapia enfocada en el momento presente.
Kurtz estuvo enormemente influenciado también por Moshe Feldenkrais y por su idea de que la sanación puede ser entendida como aprendizaje. El genio de Feldenkrais consistió en traer a la mente consciente las pautas y hábitos de movimiento previamente inconscientes y automáticos, facilitando el descubrimiento de nuevas posibilidades de ser y actuar de una forma saludable.
Lo que Feldenkrais hizo con el cuerpo, él lo adaptó a la psicología.
Mientras tanto continuó creando y experimentando; aplicaba al constante desarrollo del Hakomi todo lo que aprendía de sus alumnos y clientes y de su voraz apetito por leer, especialmente todo lo que tuviera que ver con los últimos avances de la neurociencia.
En los años 90 se dio cuenta, como luego han confirmado las investigaciones, de que el ingrediente más importante, tanto del Hakomi como de cualquier proceso de psicoterapia (después del cliente, claro), es la relación que se establece. Creía que una buena alianza terapéutica dependía mayormente del estado mental del terapeuta. De esta manera sus enseñanzas pasaron a enfocarse en usar el Hakomi para cultivar la Consciencia y las habilidades que le ayudarían a cualquier persona a ser una Presencia sanadora para los demás.
Kurtz reconoció que hay un estado mental ideal que puede ser cultivado con la práctica y comenzó a llamar a este estado “Presencia Amorosa”.
Para mediados de los noventa, esto era ya la base de sus enseñanzas de Hakomi tanto dirigidas a los profesionales como al público en general. También vio la importancia de moverse más rápidamente hacia nuevas experiencias reconfortantes y nutrirse de ellas en lugar de demorarse en los dolores de la historia pasada. La Neurociencia confirma ahora la importancia de cambiar este enfoque en psicoterapia.
Con el nuevo milenio, conforme Ron fue sintiendo su deterioro físico, fue refinando el Método y enseñando a sus alumnos una nueva manera de trabajar más simple, elegante y eficiente. En los últimos diez años de su vida había ya desterrado el viejo enfoque de los tipos caracterológicos Reichianos sustituyéndolos por lo que denominó “indicadores”. Honraba así las estrategias limitantes que adoptamos en el pasado como nuestro mejor intento de adaptación en un momento en el que no pudimos disponer de otros recursos. Con esto quiso borrar toda connotación patológica, pasando a llamar al terapeuta simplemente “facilitador” o “practicante de Hakomi”.
Su manera de trabajar fue volviéndose más y más profundamente humana, compasiva y juguetona en la medida en que comprendía la vital importancia de la colaboración, lo que le llevó a preferir el trabajo en grupo para hacer posible una experiencia sanadora y de transformación no solo para el cliente, sino para todos los participantes en el proceso.
Al final de su vida no pasaba un día sin que pensara o escribiera sobre la manera de perfeccionar y simplificar lo que era su gran pasión, un camino para ayudar a reducir el sufrimiento a través de lo que él llamaba “Autodescubrimiento Asistido basado en la Atención Plena “…
el legado de Ron Kurtz.
Autora: Donna Martin 2003-2014
Resumido y Traducido por Ana Barea